10 – Compórtate como tienes que comportarte
En sociedad nos comportamos como se supone que debemos comportarnos, de acuerdo a una especie de set de «conductas apropiadas» que ofrece la cultura de esa sociedad. Y esperamos que todo el mundo haga lo mismo. Esto tiene su lógica. Organizándonos de esta manera, en un marco institucional determinado, podemos predecir el comportamiento de la gente de una manera rápida, sencilla y lógica.
Estos sets de plantillas de comportamiento son productos de nuestras instituciones y son diferentes en cada cultura. Si alguien no sigue este conjunto de plantillas -y no tiene una excusa para no seguir las reglas- se convierte en un extraño al sistema; un estraño, un paria vagabundo.
Si nos encontramos en mitad de la calle a una persona de rodillas, absolutamente emocionado, con las manos alzadas al cielo, dando gracias, seguramente nos apartaremos de él y lo consideraremos un loco, un sujeto peligroso o un vagabundo borracho. A no ser que cumpla alguna de las excusas que se incluyen en el set de «comportamientos adecuados»: por ejemplo, el equipo nacional acaba de ganar el mundial, el hombre acaba de saber que su hija no es una de las víctimas de un accidente, ha finalizado una guerra, etc. En estos casos, disculpamos su conducta.
Cuando el comportamiento de un sujeto no tiene sentido para el resto del grupo en general se considera al sujeto un peligro y se le margina. El paria vagabundo no tiene porque ser necesariamente un peligro, pero la única manera de saber lo que va a hacer socialmente es conociéndole personalmente. Y en general la sociedad no quiere, ni puede dedicar su tiempo a conocer los puntos de vista del vagabundo. Ponemos este ejemplo tan extremo porque es importante destacar que raramente la experiencia de la vida solo tiene un punto de vista. Aceptar el marco institucional proporciona un punto de vista, pero este no tiene porque ser el único, ni mucho menos.
Cuanto más nos alejemos del marco institucional más diferente podrá ser nuestro punto de vista, cuanto más integrados estemos en el marco institucional menos percepción de los otros puntos de vista tendremos. Alejarse del marco institucional no implica irse a vivir al margen de la sociedad, sino acercarse a las personas. No es saltarse los límites externos de la sociedad sino los internos de la persona lo que nos permite ampliar la perspectiva.
El filtro institucional no nos permite captar la imagen completa de nuestro entorno, sólo parte de el, en general la parte racional y por lo tanto el conocimiento que más se penaliza es la percepción emocional. Hay una enorme cantidad de conocimiento que es invisible desde el interior del marco institucional, ya que la mayor parte del conocimiento humano, instintivo y emocional, no puede ser reducido fácilmente a fórmulas científicas. Las personas podemos comprender mucho más de lo que podemos explicar racionalmente, pero para lograr este conocimiento tenemos que evitar los filtros polarizadores de las instituciones, o como mínimo hacerlos más transparente e intentar que la distancia entre las personas sea más corta. Cuanto más podamos acercarnos a las personas o al entorno mucho mejor puede ser la conexión. Pretender gestionar la sociedad sin conocer las emociones de las personas y el entorno es una vía exprés al fracaso pues estaremos observando y analizando la sociedad utilizando como máximo la mitad de la información
Al tratar con personas, cuanto mejor es la conexión mejor es el conocimiento adquirido y por lo tanto mejor es el análisis que pude hacerse.
Cuando te hable, mírame!
Esto no es una novedad, es lo que las personas ya hacemos por instinto! Cuando alguien tiene algo importante que decir a otra persona, no utiliza un formulario de contacto, o una plantilla gratuita de carta o un comité o envía un msm o whatsapp. Cuando algo es importante y necesitamos una buena información lo que hacemos es decir: «Quiero hablar contigo», «me gustaría verte «, «te necesito a mi lado», «por favor, acercate a mí», etc. Para casi todos los seres humanos es muy importante sentir a la otra persona cerca, poder mirarle a los ojos, percibir cómo la otra persona está reaccionando a nuestra comunicación, cogerse de las manos o caminar juntos son algunas de las diferentes maneras que utilizamos para obtener esa información no racional que nos da un conocimiento más completo. Y lo mismo se aplica a uno mismo. Hablamos con nosotros mismos, nos comunicamos con nosotros mismos y necesitamos por lo tanto lugares donde «sentirnos» a nosotros mismos.
Cuando nos comunicamos con la gente o con nosotros mismos, casi sin instituciones, se hace más fácil detectar diferentes flujos de información «no institucional» y ver el sistema desde fuera. Por lo tanto, poder observar una institución como un objeto ajeno permite al observador ser crítico con sus defectos y apreciar sus virtudes, que son en gran medida también los defectos y las virtudes de las personas. Es observando desde el exterior y conociendo desde el interior que la gente realmente puede ser crítica.
Repetimos. Es importante en sociedad fomentar la proximidad y la comunicación entre las personas en un ambiente natural o sin excesivas influencias de las instituciones, no porque tengamos una visión idealista de las personas trotando libremente por la naturaleza, sino porque cuanto más conocimiento se obtenga de las personas y la sociedad, más libre, crítica y compensada podrá ser la gestión de la sociedad humana. Y solo desde la libertad que otorga un conocimiento crítico es posible para las personas afrontar cambios reales en sociedad.
Vamos a presentarlo de otra manera. Cambiar el sistema institucional implica o requiere cambiar a la gente. Las personas son quienes crean el marco institucional y son los únicos que pueden cambiarlo. Pero las personas intentarán cambiar algo si son capaces de apreciar lo que se tiene que cambiar, es decir, si son capaces de observar y analizar las instituciones como un objeto ajeno y de este modo apreciar lo que está funcionando bien y lo que está funcionando mal. Y para estudiar y analizar un sistema, el investigador no puede ser parte del propio sistema. Cuanto más pueda desvincularse la persona del sistema que observa, mejor visión va a conseguir de todo el sistema. Por lo tanto el sistema no puede ser el núcleo de la felicidad o estabilidad de la gente, porque en este caso, las personas no serán capaces de renunciar a el para poder ser críticos y mejorarlo.
Así por ejemplo, difícilmente ningún político, hombre de negocios, servidor público, miembro de una institución poderosa o patriota va a cambiar algo si ellos son parte de lo que tiene que ser cambiado. Cuando las personas importantes aparecen en los medios de comunicación con una propensión repentina a cambiar sus instituciones (partidos, mercados, administración pública, organizaciones, países, gobiernos, etc) por lo general el cambio que proponen se ajusta muy bien al lema del Príncipe de Salina en El Gato-pardo: «que todo cambia para que nada cambie».
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