Una metáfora.
Un labrador tiene un campo de lechugas. El labrador prepara el terreno para sus lechugas, las planta con esmero, las cuida y protege para que crezcan grandes y lozanas. Pero nadie esperará que esto lo haga, porque el objeto y fin de su interés sean las lechugas. Su interés es el beneficio que sacará de la venta de las lechugas. La lechuga es un simple recurso para obtener el beneficio y, la relación con las lechugas no está sometida a consideraciones afectivas sino comerciales. Es cierto que algún labrador puede llegar a sentir mucho cariño por sus plantas, pero esto no le desviará de su camino, que es venderlas. La razón de ser de la lechuga es ser vendida para proporcionar un beneficio económico al labrador. Si el labrador estima tanto sus lechugas que no quiere venderlas y sacar beneficio económico, el labrador pierde su razón de ser, además de arruinarse.
Las instituciones, especialmente las empresas, pueden ser vistas y actuar como si tuvieran características humanas, con su carácter y sus valores morales o éticos, pero no lo son; son Instituciones.
La imagen que transmite Apple, Nike o Disney es sólo esto; una imagen; y no tiene nada que ver con el comportamiento que la empresa, como institución, tendrá en su relación con las personas. Las personas para las Instituciones, son como las lechugas para el labrador, su interés va en función únicamente del beneficio que podamos proporcionarles, o de los votos conseguidos o de la validación de su función.
Esto no es ni bueno ni malo, siempre y cuánto lo tengamos claro y, no esperamos que las Instituciones actúen en su relación con nosotros, siguiendo las premisas y consideraciones emotivas que nosotros utilizamos en las relaciones personales.
Al igual que con el ejemplo del labrador y sus lechugas, puede ser que existan Instituciones que tengan un genuino interés por las personas. Pero si dejan que su interés por las personas pase por delante de los intereses de la Institución, la Institución, en el actual marco socio-económico, perderá su razón de ser, además de arruinarse o bloquearse.
Volviendo al ejemplo de la comida. A pesar de que pueda parecer que la manera que tiene el Estado de organizar la comida, es ineficiente y carísima, comparada con el modelo personal, la realidad es que, la eficacia y el coste económico del segundo modelo es apropiada y ajustada, porque no son modelos comparables. En el primer modelo el objetivo son Las Personas, en el segundo modelo el objetivo es El Sistema y, por lo tanto, el coste está vinculado al riesgo para el sistema, que aquella actuación pueda tener, y este, se tiene que reducir al mínimo.
En cierta manera, las Personas y las Instituciones, en el fondo actúan igual; proporcionalmente al conocimiento que tienen del otro intentando optimizar sus recursos. Y es este conocimiento lo que les permite modular su actuación para optimizar al máximo el uso de sus recursos.
La diferencia básica es que las instituciones no tienen sentimientos y su objetivo es la constante batalla contra las otras instituciones y, las personas si que tienen sentimientos y luchan, pero ocasionalmente, y colaboran, muchas veces, con las otras personas.
¿Cómo superan las Instituciones esta diferencia?, ¿Como adquieren un conocimiento apropiado y suficiente de las personas ?.
El conocimiento apropiado
Para superar este problema, las instituciones, lo que hacen, es cambiar una parte del problema de la consecución del conocimiento apropiado, siguiendo un razonamiento parecido al del lobo que, cuando no puede alcanzar las cerezas, dice que son verdes. Su razonamiento básicamente es: “Si no podemos adquirir un conocimiento empático, lo que hemos de hacer es negar la importancia de este tipo de conocimiento empático. Descartemos este tipo de conocimiento por irrelevante y centrémonos sólo en el tipo de conocimiento racional que podemos adquirir y sobre todo procesar”.
De este modo, al eliminar la importancia del conocimiento empático, se sitúa el nivel del conocimiento apropiado, al tipo de conocimiento racional que las instituciones pueden adquirir. En este caso, si el nivel de conocimiento apropiado no resulta suficiente para comprender un problema, es debido simplemente a que la institución no tiene suficiente información. Con este cambio, cuando una Institución no actúa apropiadamente, no es porque tenga una actuación deshumanizada, pues este concepto ya se ha borrado de la ecuación, sino porque no tiene suficiente información racional de las Personas y por lo tanto, para mejorar su actuación tiene que recoger más información y datos sobre las personas. Además esta información tiene que ser recopilada de una manera que se pueda pautar y procesar según las capacidades de las Instituciones.
Nos desplazamos así de la necesidad de un conocimiento que nos permita definir una persona en toda su complejidad, a un conocimiento que meramente nos de información sobre La Persona de una manera que se pueda procesar.
Cuánta más información disponga una institución acerca de las personas, más posibilidades tendrá la institución de encontrar paralelismos y vínculos entre las diferentes personas, para así poder determinar baremos que definan grandes grupos, donde la actuación sea igual para todo el mundo y, grandes excepciones donde la actuación también sea igual para todo el mundo.
Los gobiernos, las organizaciones, las empresas, etc se lanzan a una salvage carrera que consiste en convertirnos en números y convertir todo lo que hacemos en números. Las horas que estamos en el parque con los niños, la zona de la pantalla que miramos, en que lado de la cama dormimos, cuantos teléfonos tenemos, cuantas llamadas realizamos, cuanto gastamos en compra y cuanto ahorramos, etc, etc.
Para las instituciones, la persona es la suma de todas las propiedades y particularidades individuales, que pueda procesar y con esto trabajan. Pero la persona humana es mucho más que esto. El ser humano es un reflejo, un producto, un resultado de la pauta de actividades en las que se encuentra implicado. Conocer donde han nacido, la edad, el género, el peso, la situación familiar, los ingresos, la hora en que se levantan o qué Web visita más asiduamente, nos da muy poca información sobre quién es realmente aquella persona y sobre la narración que esa persona tiene de ella misma. A las personas las conocemos por la relación que tienen con el mundo que las rodea; por su cultura exterior y por la relación que tienen con lo que de ellas han hecho; por su cultura interior. Sólo al entender la relación con el entorno en que se encuentra la persona y, las relaciones y vínculos que comparte, podemos tener una percepción bastante correcta de cómo es aquella persona.
Como ya hemos visto, este es el aspecto clave que las Instituciones tienen más problemas para gestionar y, puesto que eliminar el conocimiento emocional no consigue resolver el problema, las Instituciones pretenden entonces que nos hagamos participes de sus problemas y adoptemos su manera de funcionar. Sustituyendo nuestros valores y sentimientos por sus valores y falta de sentimientos y todo esto envuelto en una nube de información que se supone que encierra la clave de la felicidad. Se tiene que encapsular e Institucionalizar a La Persona, eliminando toda intencionalidad y agentividad que tenga un componente emocional, de manera que Las Personas, a efectos prácticos, actúen como Instituciones y sean valoradas y comercializadas como Instituciones.
Sin valores morales, ni emotividad, ni un cerebro social, ni una actuación basada en la confianza y el Altruismo Recíproco perdemos gran parte de lo que nos define como Personas Humanas. Una persona, despojada de toda posesión material y todo vinculo de poder, sigue siendo una Persona extraordinariamente rica y compleja. Una Persona a la que es posible amar, apreciar y con la que podemos aprender, comunicar, crecer, divertirnos, etc. Una Institución despojada de toda posesión material y todo vinculo de poder no es nada; un epígrafe fiscal a lo sumo y no sirve para nada. Una Institución no contiene nada en si mismo, es una mera herramienta que se define y llena por lo que hace o adquiere y esto puede variar en función de sus intereses.
Definidos solo por el envoltorio, pasamos a actuar como las otras Instituciones y por lo tanto solo nos mueve el éxito material, el consumo y el crecimiento sobre los demás. Asumimos la idea Institucional de que nada hay innato en nosotros que tenga el más mínimo valor. Que lo único que nos llenará es lo material que podamos incorporar y los vínculos de poder que podamos establecer. Las otras Personas, ya no son personas sino Instituciones a las que se puede demandar, utilizar y destruir en benefició propio como a cualquier Institución. No hay valor en la confianza en el otro y por lo tanto, tampoco hay interés en conocerlo como personas. El cerebro emocional pierde su razón de ser y cede su poder al cerebro racional. Sus inteligencias son las que se imponen en el espacio público convirtiendo la Esfera Pública no en un lugar de legitimación de la ley fruto del consenso sino en un campo de batalla de las Instituciones.
Las Personas-Instituciones se blindan en su nuevo rol y se hunden en el mismo error que las Instituciones al pretender conseguir una comprensión del otro, simplemente adquiriendo información buscando datos. En la selva de datos que se convierte la vida, el éxito está en el control de la información y el uso de las posibilidades de la ley y el mercado para imponerse a las otras Instituciones. No hay personas sino un Sistema que produce una estructura de datos llamada sociedad donde todos estamos inmersos viviendo en la soledad y la desconfianza. El porque algunas personas acceptan institucionalizarse es sencillo de responder. Primero por la enorme influencia que las Instituciones ejercen sobre los medios para transmitir un estilo y modo de vida determinado al mismo tiempo que vacian y llenan de dudas los modelos que las personas hemos utilizado hasta ese momento. En segundo lugar porque si la Instituciones controlan la Sociedad, sobresalir en la Sociedad es más fácil si eres una Institución y en tercer lugar, porque es más sencillo vivir asi. Nos hace más pobres e infelices pero es más fácil de gestionar una vida institucionalizada sin vínculos ni conocimiento emocional.
Cuándo somos datos
Las instituciones no pueden adquirir un conocimiento suficiente de las personas, sólo de los grupos y, por lo tanto, no pueden actuar proporcionalmente con las personas, sólo con los grupos de personas. En consecuencia, las instituciones han decidido de facto que, su objetivo y centro de interés, no pueden ser las personas, sino el sistema, las Instituciones (Personas-Institución incluidas) y los grupos homogéneos de personas. Han convertido la persona en un mero recurso de un grupo o una fuente de información para el grupo.
Esta decisión de facto es muy grave, porque las instituciones son las entidades en que las personas han delegado la gestión del estado, la sociedad y el mercado. Tres pilares fundamentales de nuestra democracia. Si el estado se separa de las personas, la gestión del mercado no es transparente para las personas y, la sociedad opta por funcionar sin la voluntad de las personas, quiere decir que nos desplazamos de una democracia a una oligarquía o, una democracia elitista al servicio de una minoría. En esta situación, el poder ya no es la expresión de la voluntad del pueblo, sino que el poder es la expresión de la minoría que controla el estado, la sociedad y los mercados. Una minoria que se ha institucionalizado al máximo para poder imponerse jerarquicamente al entramado Institucional.
Una democracia elitista o una oligarquía no tiene porque ser una forma de gobierno mala en sí misma, pero lo que no se puede hacer, es actuar a escondidas, vender a las personas un sistema democrático que no lo es y forzarles a institucionalizarse para sobrevivir. Actuando así se desprestigia el sistema y se favorece la aparición de las Personas-Institución más agresivas, dispuestas a lo que sea para imponerse en el campo de batalla del entramado institucional, al fin y al cabo, las Instituciones están demostrando que todo es una farsa y que son ellas quienes controlan los mecanismos del poder y que las únicas personas que pueden prosperar son las Personas-Institución. El valor de la Persona que no es institucionalizada es nulo y, su única opción de mantener un mínimo poder de decisión es, integrándose en un grupo más grande o incorporándose a una Institución. Las Instituciones que tenían que ayudar a las Personas en la gestión de la Sociedad, toman el poder y ahora en lugar de ayudar y adaptarse a la sociedad y las necesidades de las Personas, exigen que sean las Personas quienes cambien y se adapten a una Sociedad hecha a medida de las Instituciones.
¿Cómo justifican las instituciones esta mascarada y cambio de roles?. Pues empujando a que sean las propias personas quienes, en una especie de nueva servitud voluntaria, acepten que, por su propio interés, es mejor someterse a esta nueva tiranía. Dejar que el Entramado Institucional asuma el mando y gestión de la sociedad. Renunciar al contacto y la libertad entre personas, con la promesa de un futuro mejor, con el convencimiento de que esta renuncia es necesaria para como mínimo mantener el estilo de vida. La vida es demasiado complicada como para dejarla en manos de las falibles Personas. Es mejor confiar en quienes mejor pueden gestionar toda la información; el Entramado Institucional.
Obviamente, esta intención no puede hacerse directamente sino que tiene que surgir, desde la propia sociedad. Se ha de enseñar a la sociedad a no pensar para que pueda creer que piensa por si misma. Se ha de mostrar a las personas que cada pedacito de voluntad de poder que delega en una Institución, es para su propio beneficio y, que esta delegación no implica necesariamente que dejen de ser actores y agentes de sus propias decisiones; aunque si que dejarán de serlo.
La persona no es ya el agente que ha creado una estructura para mejor gestionar la sociedad, sino que pasa a ser parte indiferenciada de la estructura, sometida a la voluntad de un entramado institucional jerarquizado, totalmente insensible a las necesidades de las Personas. La Personas, en esta estructura, sólo puede realizarse institucionalizándose ella misma o integrándose en otra institución y renunciando a todo componente emocional y de confianza en benefició de la razón instrumental y el control de la información.
Por este motivo, los gobiernos nos pueden bombardear con datos como el PIB, la tasa de paro, la nacionalidad, el nivel educativo, el tanto por ciento que se dedica a infraestructuras, la cantidad de dinero que los europeos dedicamos a comer, comprar libros o salir de fiesta, los coches que tenemos, etc. Datos que no sirven para informarnos y ayudarnos, sino para controlarnos y manipularnos dentro de la estructura. Controlarnos y manipularnos porque la sobredosis de información es imposible de gestionar para el ser humano, es justamente para gestionar la sobredosis de información por lo que las Personas creamos a las instituciones. Inundarnos de información, banal o no, tiene por objetivo hacernos conscientes de nuestras limitaciones y empujarnos a justificar la propia existencia de las Instituciones e indirectamente su manera de actuar. Sus políticas igualitarias y homogeneizadoras y su uso de la razón instrumental.
Cuando aceptamos y delegamos, cuando no actuamos, cuando no tenemos objetivos de cambio ni marco de posibilidades de futuro, cuando nos sometemos a la servitud voluntaria, dejamos de vivir para nosotros y pasamos a ser vividos por otros. Nuestra cultura interior se minimiza y pasamos a ser parte de la cultura exterior de otros; pasamos a ser instrumentos de otros, seres sin voluntad propia.
A nadie le gusta ser considerado un esclavo, un siervo sin voluntad sometido a los caprichos de otros y por lo tanto, es imprescindible que en esta lucha de voluntades de poder, el más débil siga teniendo la percepción de que el decide, de que el es timonel de su vida. Esto se consigue actuando en dos direcciones. La primera presentando un sistema de gobierno que mantenga la ilusión de que la participación personal es decisiva. La segunda, institucionalizando la propia vida. Si lo que me sirve para medir mi éxito en la vida es la parte material, cuanto más pueda adquirir y cuanto más pueda seleccionar, más rica y mejor mi vida será. El realizarse como persona se vincula entonces a la capacidad y calidad que tenemos de consumir e institucionalizarnos. En la situación actual no nos realizamos porque podamos escoger libremente entre diferentes opciones de vida y vinculación con las otras personas sino por las elecciones que podemos hacer a la hora de consumir.
A pesar de lo dicho, no hemos de caer en visiones paranoides e imaginar que las Instituciones están confabuladas para someter a las personas y robarnos las libertades. Las Instituciones actúan así, no porque las Instituciones sean intrínsecamente malas, sino porque no tienen otras herramientas de actuación. Los tiburones no comen pescados y piernas de bañistas despistados porque sean malos, sino porque son tiburones; lo mismo ocurre con las instituciones. Buscar valores morales o éticos en su actuación no tiene sentido, en todo caso, lo que se tiene que hacer es cambiar su naturaleza. Mientras esto no se haga, para las instituciones seremos simplemente datos y recursos; no personas.
Inciso:
No está de más recordar que sólo se tiene una vida para vivir, y no más que una. Por lo tanto, cada persona es valiosa y merecedora de respeto como un fin en sí misma, como un ‘milagro’ de la naturaleza. No podemos mirar sólo la totalidad o el promedio, despreciando extremos o singularidades, sino que tenem os que valorar el funcionamiento de todas y cada una de las personas. Sacrificar la propia vida por unas verdades, unos sentimientos patrióticos o una fe puede tener un sentido para quien se lo crea, pero para los que no hemos sufrido esta ‘iluminación’ nos parece una supina memez. Cuando te mueres tu patria, tu verdad y tu Dios desaparecen. Únicamente para evitar más dolor a seres queridos y mejorar su calidad de vida se puede justificar, a veces, el que alguien rompa la baraja.
Y si las personas somos vistas solo como datos Instituciones o recursos, es muy sencillo agruparnos por etiquetas, aplicar políticas globales a todos nuestros problemas y realizar la valoración del éxito de las políticas utilizando simplemente herramientas estadísticas. El éxito o fracaso de las políticas pasa entonces a ser determinado por valores promedio o índices máximos y mínimos. Obviando necesariamente que los programas, medios de control y políticas que tienen como objetivo el aumento de unos baremos promedio, no mejoran la situación de los que están peor y, obviamente no sirven de nada cuánto tú eres el afectado negativamente.
No se necesitan demasiados estudios estadísticos para ser conscientes de que la felicidad y libertad de unas personas, no hacen más felices y libres a las otras personas, por mucho que las estadísticas nos puedan intentar decir que sí.
Si el índice de criminalidad ha bajado a Europa, es una buena noticia para todos los europeos y los gobiernos se alegran y lo presentan como un éxito de su política. Si pueden presentarnos los datos de delincuencia Europea comparadas con las de otro país como Somalia, los buenos europeos nos escandalizaremos por los pobres Somalís y pensaremos que somos muy afortunados de ser europeos. Y si además, estos datos son mejores que las de los USA, entonces la felicidad para algunos ya es prácticamente absoluta. Aunque el aumento de seguridad en el barrio X de una ciudad de Baviera o Andalucía, no hace aumentar mágicamente la seguridad en uno barrio dormitorio de París o Atenas. A la persona que le roban el coche en una autopista Italiana, no le consuela nada que en España cada vez haya menos robos. Y si unos vecinos de Chelsea o Pedralbes tienen sensación de inseguridad e instalan alarmas en casa, no dejarán de hacerlo sólo porque sepan que en la Europa occidental ha caído tres puntos los robos en viviendas.
Si queremos vivir de una manera sana y mínimamente feliz, no podemos seguir permitiendo que el objeto de interés y preocupación de las Instituciones que velan por las personas ya no sean las personas, sino las propias Instituciones o la visión que tienen del sistema. En Europa, las personas se tienen que sentir apoyadas y comprendidas por una administración propia y asequible, tratadas de igual a igual por las empresas y tienen que tener una sociedad con Instituciones, accesibles, informadas y transparentes que controlen el mercado y la administración del estado y, pongan las herramientas para que todo el mundo, desde su particularidad pueda intentar tener una vida feliz realizándose como persona sin tener que luchar diariamente contra el entramado Institucional ni sentirse encapsulado en la estructura del Sistema.
En los siguientes apartados entraré a detallar la Institucionalización de las relaciones sociales, la administración del estado, las empresas y el poder judicial y las soluciones que se proponen.