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– Acción. Primera Parte

Acción es otro de los cuatro concepto básicos junto a Persona/Individuo, Empatía y Proporción. Pero antes de utilizar la palabra Acción en el ámbito de la política y la filosofía, hemos de hacer una pequeña reflexión pues, a diferencia de los otros conceptos (Proporción, Empatía y Persona), la palabra Acción tiene asociados algunos prejuicios que, si bien no podemos eliminar, si que al menos podemos iluminar para que seamos conscientes de ellos y no nos influyan negativamente al tratar el concepto ‘Acción’.

Voy a  detallar primero el porque ‘Acción’ tiene tan mala prensa en política:

– De problema en problema.

Un político cuando actúa es porque hay un problema. Si algo funciona, el político aplica la máxima de los informáticos aficionados: ¡No tocarlo!.

Por lo tanto, actuar es la consecuencia de un problema presente, algo que a los políticos no les gusta que les suceda a ellos, y actuar requiere esforzarse y dedicarle energías a solucionar un problema, sin tener la garantía de poder solucionarlo, peor aún, muchas veces el actuar puede conducirnos a otro problema, cosa que tampoco gusta a los políticos.

Al actuar, intencionadamente alteramos un sistema; somos el agente que causa que un sistema pase del estado presente A al estado final B. Cuando actuamos para solucionar un problema, lo que buscamos es un estado final B que sea una versión mejorada del estado A. Gráficamente podríamos indicarlo así:  A – Problema = B. Por lo tanto haciendo un poco de matemáticas chapuceras, podríamos deducir que A-B= Problema.

Por lo tanto sólo tenemos que eliminar el problema y nuestro estado final  B será igual que el Estado Inicial A antes de que surgiese el Problema.

Esta lógica de actuación es la que se aplicó, sobretodo en ámbitos conservadores, para resolver los problemas hasta prácticamente los años 50 del sXX. Si unos obreros se quejan de las condiciones laborales se elimina a los obreros revoltosos y se acaba el problema. Si en las calles hay delincuencia se elimina a los delincuentes y se acabó el problema. Si la gente compra productos extranjeros, subimos las tasas a los productos extranjeros y se acabó el problema. Para las mentes simples de los poderosos políticos europeos, esta era básicamente la fórmula mágica. El único inconveniente era identificar el Problema y tener el suficiente poder para reducir la variable Problema a cero.

El inconveniente de tan bonita formula  es que no funciona porque el Problema es siempre parte intrínseca del estado A, pues si no fuese así, A no habría generado el Problema; en otras palabras, el Problema está incluido en el conjunto del sistema que conforma el Estado A.

Por lo tanto, desde hace ya cierto tiempo, los políticos (excepto los conservadores o radicales) son conscientes de que no podemos buscar un ‘estado B = A-Problema’ sino un ‘estado B similar a A-Problema’.

Aquí arranca el verdadero gran problema. Si B = A-Problema sólo tenemos un posible estado B que es reducir Problema=0. Pero si B es similar a A-Problema, esto significa que tenemos millones de  posibles estados B.

Encontrar cual es el estado B idóneo es la solución mágica que buscamos. Para determinar cual de los millones posibles ‘Estado B’ es el más apropiado, tenemos que poder analizar una muestra significativa de los posibles futuros Estados B y ver que consecuencias e implicaciones tiene cada uno de ellos en nuestra sociedad, para así poder determinar cual es el que encaja mejor con nuestras pretensiones de vida y sociedad.

En función de la complejidad del sistema A y lo cerrado que sea, nos será más fácil preveer como podrá ser el estadio B. Cuanto más abierto y complejo sea el estadio A más difícil nos será preveer como será el Estado B y cuales serán las consecuencias e implicaciones de ese nuevo estado.

La sociedad y las personas son sistemas muy complejos y muy abiertos, por lo tanto, si actuamos sobre ellos, es prácticamente imposible preveer como serán sus posibles estadios finales B y cuales serán las consecuencias de situarnos en cada uno de esos estados finales B. Si no podemos  preveer como será B, tampoco podemos preveer que problemas nos encontraremos y por lo tanto no podemos determinar el Estado B idóneo para nuestras necesidades.

Para salir de este atolladero, los políticos optan por descartar el camino incierto de encontrar el Estado B más apropiado y lo que intentan es reajustar mínimamente el Estado Inicial A a ver si así, con un poco de suerte, el impacto que tiene el Problema en el conjunto es menor o diferente, pero sobretodo sin que el Sistema Inicial A se vea alterado. Es decir, cambiar para que nada cambie.

Un inciso. Otra solución política es decir que el Estado A es perfecto y el Problema simplemente no existe. Si creemos que hay un Problema es porque existe una conjura de la oposición o de algún enemigo de la nación que quiere que lo creamos o porque quien ve el Problema es un enemigo. Por ahora no entrare en este tipo de tácticas. Fin del inciso.

Sigamos pues eltema es todavía un poco más complicado ya que hemos omitido un factor  importante en la función anterior; los propios políticos que tendrían que decidir cual es el mejor Estado final B y, los altos funcionarios de la administración del Estado que tienen que aplicar las medidas que los políticos decidan.

En la medida de lo posible, para los políticos siempre es mejor no alterar el Estado A, pues más o menos, este estadio ya lo conocen y es justamente dentro de este <Estado A + Problema> donde ellos han triunfado y han conseguido el poder. Lo mismo se aplica a los altos funcionarios de la administración.

El Problema, los Políticos y la Administración del Estado forman parte intrínseca del sistema donde se define el Estado A pero no necesariamente del Estado B. Su miedo, por otra parte lógico, es que si no se puede determinar el Estado final B, tampoco se puede determinar si ellos mismos (políticos y funcionarios) formarán parte de ese estado B. Para actuar, los políticos y altos funcionarios necesitan certidumbre en los resultados, previsión en los efectos y sobretodo, saber que no perderán su posición de poder.

Puesto que esto es imposible, no podemos esperar que la administración afronte con determinación la resolución de los problemas que afectan al Estado A, pues el propio aparato del Estado que podría gestionar el cambio y que consiste en los políticos gobernantes y los altos funcionarios de la administración, se convierten en los primeros garantes de que el Estado A no cambiará, por muchos problemas que tenga, a no ser que se encuentre una formula que les permita reducir el problema a cero, sin que nada en el Estado A cambie sustancialmente; ni pierdan su trabajo. Cosa que es imposible.

Actuar sobre un sistema abierto implica siempre incertidumbre en los resultados e imprevisión en sus efectos.

– Romper el equilibrio es negativo

La sociedad en general y las personas en particular tendemos a desear las situaciones de equilibrio que nos permiten definir con facilidad y tranquilidad nuestro marco de posibilidades de futuro. Si nuestro marco de posibilidades de futuro se ve alterado cada poco tiempo, se nos puede complicar mucho la vida, hasta el punto de que quizás tengamos que cambiar de marco de posibilidades de futuro y pensar uno nuevo. Por lo tanto, por defecto, todos somos proclives a las situaciones de equilibrio y reticentes a las acciones que puedan alterar este estatus. Las situaciones sociales o personales tienen que ser muy desequilibradas para que las personas consideren más apropiado para poder trabajar su marco de posibilidades de futuro actuar e ir hacia una situación desconocida que, permanecer en el estado presente. Por defecto y por costumbre, la acción no es vista como positiva; la pasividad del equilibrio si.

– Acción fascista

El fascismo nace de una necesidad de acción. No tiene hoja de ruta sino que se adapta a las características de cada país. Su organización no se basa en la experiencia, que es directamente rechazada, ni pretende extraer conclusiones de su propio funcionamiento o de las consecuencias de sus acciones. La acción no se justifica por ninguna verdad, sino por la propia acción y la verdad es solo una herramienta de expresión del poder. Como un fósil de una Sociedad de Discurso Mítico, sus valores y racionalismo no responden a ninguna realidad objetiva, sino al interés del partido, el país o el líder. La necesidad de acción como una revolución permanente, es una idea básica del fascismo y el nazismo y por lo tanto, en las mentes de muchas personas, hay todavía un fuerte vinculo entre acción y fascismo que impide asociar ‘Acción política’ con algo positivo.

– Actuar o no actuar

La moral de las personas juzga de manera diferente la actuación activa de la pasiva. Por ejemplo, mientras estás leyendo esto, hay gente que se está muriendo y tu no estás haciendo nada para evitarlo. Pero nadie va a culparte por ello ni se te considerará responsable de esas muertes. En caso contrario estaríamos ya todos en prisión. Ahora bien, si tu activamente matas a alguien, por buenas que sean tus razones, se te considerará responsable de ese acto y se te juzgará.

Sin tener que llegar a estos extremos, lo cierto es que las personas valoramos de manera diferente la responsabilidad de los hechos de un persona si esta actuó o si permaneció pasiva, sin que importe el resultado final. Por lo tanto, cuando actuamos, nos ponemos en situación de ser juzgados por las consecuencias de nuestra actuación. Si no actuamos, nadie nos dirá nada. Excepto en los casos en los que nuestra pasividad sea la causa del problema o atente contra un deber y entonces esta pasividad será considerada como una actuación. Por ejemplo, omitir el deber de socorro.

Actuar implica por lo tanto, convertirnos en el objeto de juicio moral de las otras personas y esto es arriesgado y no gusta a todo el mundo.

En resumen.

Una política basada en la Acción nos conduce a problemas, nos coloca bajo la mirada crítica de la gente, tiene resultados imprevisibles, puede romper la situación de equilibrio que todos deseamos y además, para muchos se relaciona con el fascismo y el nazismo.

No es de extrañar por lo tanto, que entre los políticos y altos funcionarios, el concepto ‘acción’ les provoque alergia y, excepto como eslogan electoral, prefieran no tocarlo demasiado.

Por qué es para mi tan importante la acción.

Tras ver de manera resumida, algunas de las razones de la mala prensa que tiene el concepto acción, voy a repasar los motivos por los que considero el concepto ‘Acción’ una pieza vital de cualquier filosofía política.

El primer punto básico es una cuestión de principios. Epistemológico podríamos llamarlo si la palabra parece más apropiada. Y este principio dice así:

Si el individuo es el pívot  que nos sitúa a la persona, la acción es su vector.  Es decir, si la persona es el fin de cualquier política, su núcleo más importante y, el individuo es quien en cierta manera define a esta persona y controla la interacción entre su Cultura Interior y su Cultura Exterior; la <acción> es el hecho que da vida en sociedad a ese individuo y expresa a la persona, pues la acción del individuo proviene de las ideas y de las creencias que llevamos depositadas en nuestra mente y que por lo tanto, expresamos como personas. El individuo actúa como el agente de la persona.

Lo que hacemos, como actuamos, cuando actuamos e incluso lo que no hacemos surge directamente del individuo, pero toda acción tiene una reacción con consecuencias en todos los aspectos de la persona ya sea de su Cultura Interior como de la Cultura Exterior. La dinámica de acción-reacción es el sonar del individuo, porque el individuo en sociedad es ciego, por lo tanto, estas consecuencias, el resultado de la acción, son el feedback que necesita el individuo para aprender y ajustar mejor su Marco de Posibilidades de Futuro y socializar con las otras personas.

Nadie puede meterse en la mente del otro por lo tanto, sólo podemos imaginarlo gracias a su/nuestra acción-reacción.

No es una ciencia precisa, pues toda acción consciente y deliberada en la que participa una persona, crea las condiciones para algo más que el efecto visible y las consecuencias sensibles aparentes. Con lo que el efecto de una acción X puede manifestarse en un momento ulterior, o lejano en la distancia o incluso puede permanecer en el inconsciente y brotar en otra época. Pero si que es una herramienta extraordinaria para que el individuo avance en el conocimiento de su escenario cultural y para que el resto de personas ampliemos nuestro conocimiento de los estados intencionales mutuamente interactuantes de las personas, en palabras más sencillas, que sepamos que son, como son y que pretenden de nosotros el resto de personas y nosotros de ellos. No es un conocimiento científico, pero al fin y al cabo, es el conocimiento más importante porque de el depende nuestra vida y nuestra felicidad.

Pero alguien puede preguntarse, ¿Es necesario actuar?.  ¿La observación pasiva no puede aportarnos el conocimiento buscado?. La respuesta es no, la pasividad puede aportarnos información e incluso conocimiento científico, pero es la acción la que es imprescindible para aportar conocimiento social y humano. Este necesario avance en el conocimiento se produce porque de una manera u otra, en toda percepción hay un proceso de cambio, movimiento o exploración. Si no actuamos no percibimos el cambio; la evolución.

Además, si no actuamos, tampoco erramos. Si no nos equivocamos, nos quedamos anestesiados y no avanzamos. No seguimos el ritmo de los tiempos y, o morimos, o quedamos aislados como fósiles de otra época. Y esto es valido para las personas pero también para las instituciones.

Actuar es vivir, percibir la vida y cambiar para seguir viviendo.