Instituciones 1º, persona, pacto canónico, cultura, diferencia, comunicación
Como íbamos diciendo…
En los anteriores capítulos hemos comentado que los seres humanos somos seres sociales y como tales nos sentimos mejor con-viviendo que viviendo solos. Pero para poder vivir con otras personas es necesario tener la humildad de incluir a estas otras personas en la propia visión del mundo y en una situación de igualdad. Esto significa que el ser humano ha de ser capaz de compartir el espacio y los recursos físicos que como organismo vivo requiere y además, ha de ser consciente de que aunque no pueda verla, ahora hay otra consciencia en su mundo.
Todo ser humano es consciente de que su cuerpo está en cierta forma vinculado a su actividad mental y al encontrarse frente a otro ser humano, tiene todas las razones del mundo para sospechar que ese otro cuerpo también está vinculado a una actividad mental parecida a la suya, aunque no tenga ningún dato objetivo de esa otra realidad mental en la que el otro vive. Saber adquirir un conocimiento de esta realidad no física, es importante pues para con-vivir es básico tener una mínima capacidad de previsión de las reacciones y actitudes del otro, que no necesariamente han de ser como las nuestras. Ver las diferencias en el otro, pero no verlas como un peligro es importante , al igual que es importante el saber detectar y respetar unos límites que todos los humanos establecen y que no son iguales para todo el mundo. Entender la diferencia y respetar los límites ayuda a prever el comportamiento de otros seres humanos y a establecer vínculos de confianza.
Por lo tanto, para con-vivir los seres humanos hemos de adquirir conocimientos sobre un aspecto virtual de la realidad, que no se ve reflejado en la naturaleza o el entorno físico en el que nos movemos, pero que puede condicionar enormemente el tipo de vida que adoptemos en este entorno.
En el entorno natural en el que el ser humano primitivo vive, aprende a actuar observando, analizando y practicando con los objetos y la naturaleza que le rodean. Puede aprender a lanzar piedras utilizando piedras pequeñas y practicando su lanzamiento, puede aprender a subir montañas, ascendiendo a las lomas y puede aprender a cazar grandes animales reforzando su musculatura, aprendiendo a lanzar piedras o lanzas y practicando con animales pequeños. Observando y recordando, puede aprender que un tipo de nubes significa lluvia o que si se acerca al fuego, se está más caliente, pero si se acerca demasiado, se quema.
En el entorno que la naturaleza dispone, quizás no entendemos las razones de las cosas, pero podemos ver los procesos, ponderarlos, practicar y aprender y una vez asimilado ese conocimiento, quedará incorporado a nuestro cerebro y sabremos como actuar o que respuesta dar de una manera automática.
Ahora bien, aprender a conocer y respetar la personalidad de otro ser humano solo podemos aprenderlo con otro ser humano y detectando las diferencias con nuestra propia auto-imagen. Necesitamos estar en contacto con otros seres humanos y saber mirarnos a nosotros mismos para aprender a estar en contacto con otros seres humanos. Esto es un problema que puede convertirse en un grave problema, pues acercarse a otro ser humano puede ser peligroso. Si no andamos con cuidado podemos acabar en la barriga de ese otro ser, adornando su cueva o como esclavos. En esta dicotomía entre la necesidad de con-vivir y la necesidad de permanecer vivos, la lógica indica que deberiamos apostar por el seguir vivos. Pero claro, si esto fuese así, nunca aprenderiamos a relacionarnos con los otros seres humanos y nuestras mentes nunca desarrollarían toda una serie de habilidades y capacidades sociales imprescindibles para la vida en común.
Nos relacionamos en gran parte y sin considerar la atracción sexual, porque hay un ingrediente que casi siempre inclina la balanza hacia la con-vivencia en lugar de la super-vivencia y este es la curiosidad. Los seres humanos somos muy curiosos y sentimos una atracción innata por todo aquello que sea diferente, pero no sea un hecho puntual. Por lo tanto, cualquier ser humano se siente atraido por cualquier otro ser humano, porque como mínimo le despierta la curiosidad, incluso cuando no sabe si esta aproximación será peligrosa. La curiosidad y la novedad catalizan la primera aproximación a otro humano, aunque tampoco somos tan inconscientes y esta aproximación siempre va seguida en paralelo de un proceso de obtención de información para detectar cualquier peligro, luego hacemos una nueva aproximación, más información, más análisis de la información para detectar peligro, nueva aproximación, etc.
Obteniendo información y analizando esta información del otro ser humano que tenemos enfrente, es como adquirimos el suficiente conocimiento para decidir si avanzamos o salimos corriendo y esta información la adquirimos gracias a la comunicación, la cual se establece porque porque somos capaces de interpretar y sobretodo contextualizar en un tiempo y lugar el significado de lo que percibimos.
Un ejemplo. Hay un ser humano a pocos metros. Los ojos me muestran que sostiene un cuchillo lleno de un liquido rojo, mi olfato me indica que es sangre, puedo percibir el calor que emana de la sangre, noto el calor que sale de su cuerpo, veo que está sudado, oigo como esta gruñiendo, etc. cuando percibo todo esto puedo pensar que es peligrosos acercarme a ese ser humano. Pero si este otro ser humano está despellejando un ciervo que acaba de cazar y gruñe por el esfuerzo, pero está muy contento porque le va a sobrar comida, aunque nuestros sentidos detecten los mismos símbolos, seremos capaces de percibir que los significados son diferentes y por lo tanto nuestra reacción será diferente. Muchos seres vivos saben reaccionar a unos símbolos o eventos porque para ellos esos hechos tienen un significado, pero este significado es siempre el mismo y no se ve afectado por el contexto.
Interpretar los símbolos y hechos en su contexto es una herramienta excelente pero se convierte en una potentisima herramienta cuando la combinamos con otra capacidad igual o mas potente; la capacidad de institucionalizar, es decir, la capacidad de acordar algo entre dos o más seres y respetarlo aunque esto altere nuestro comportamiento. Esta capacidad innata tiene su expresión más básica en el juego. El juego es la técnica más sencilla y básica que los mamíferos tienen de practicar el conocer al otro y aprender a mejorar las propias habilidades físicas y sociales, sin tener que afrontar una situación real. El juego requiere que ambos acuerden un comportamiento y unas reacciones que podrán ser ejecutadas y praticadas dentro de unos unos límites inexistentes en el mundo físico o natural.
El león es potencionalmente uno de los mayores peligros para un ser humano y todavía nos sentimos muy impresionados frente a la majestad de un animal tan poderoso, pero cuando vemos como un papa leon soporta estoícamente los juegos de sus cachorros sentimos una inmediata proximidad. Cualquier persona que tenga mascotas sabe que la mayoría de atenciones con sus mascotas suelen ser unidireccionales, excepto con el juego. En el juego, incluso animales tan individualistas como los gatos, quieren que la interacción sea bi-direccional, quieren jugar con nosotros y que nosotros juguemos con ellos.
El juego es la manera más sencilla que tenemos de institucionalizar nuestro comportamiento para poder aprender más del otro. Jugando no sólo nos lo pasamos bien, además conocemos mejor a los otros y fortificamos los vínculos que nos unen. Jugar es una fantástica manera de conocer al otro con el mínimo de intermediarios posibles. Quizás por esto tantas religiones se han opuesto o han visto pecaminoso el juego. Pero, algunos animales, entre ellos los humanos, han llevado esta capacidad todavía un paso más allá y, reciclando su capacidad de contextualizar significados y el poder compartir símbolos, han aprendido a pactar como transmitir símbolos anclados a unos significados pre-determinados y a tener la certeza de que el otro puede decodificarlos más o menos correctamente. El lenguage es una de las primeras y más potentes instituciones que los seres hemos creado y gracias a él, no solo hemos aprendido a transmitir y compartir información; además hemos aprendido a ver la diferencia que nos hace únicos y hemos lanzado la evolución de nuestro cerebro en una dirección absolutamente nueva.
La Diferencia
Como indicabamos en la primera parte, la neurología nos ha descubierto un hecho importante en la relación con las otras personas; nuestro cerebro reacciona frente a la diferencia y la novedad con interés, pero también con cautela y temor a que esta diferencia pueda ser una indicación de que hay peligro (Mora, Francisco 2007)i. En consecuencia, el que una persona sienta más o menos rechazo frente al diferente, no siempre es debido únicamente a su ignorancia, es una reacción instintiva natural. No es por naturaleza que todos los seres humanos nos apreciamos los unos a los otros, es por formación que podemos apreciarnos los unos a los otros (McConnell, Leibold y Francisco Mora). Esto no ha de servir de justificación de nada. En las profundidades de nuestro cerebro, la diferencia es entendida como un peligro y genera desconfianza, del mismo modo que cuando tienes hambre, ver comida te hace salivar o frente a una persona del otro sexo puedes sentir una fuerte atracción. Todas estas emociones básicas, se convierten en emociones morales a traves del control (corteza prefrontal) que el individuo ejerce sobre ellas al estar en un contexto social. El ser humano controla estas emociones y motivaciones y las adecua al contexto social en que vive. Educarse y vivir en sociedad implica aprender a gestionar estos impulsos o reacciones.
¿Dónde vas con estos pelos?
Tenemos una cultura visual tan grande que, a pesar de nuestra biología, ya nos hemos acostumbrado a las diferencias en las apariencias y en general podemos decodificar los símbolos que el otro exhibe y comprender su intención. Así que cuando vemos diferencias en el aspecto, si podemos analizar más o menos el porque de la diferencia, y percibir que tras esas diferentes apariencias, existe un ser humano idéntico a nosotros, acostumbramos a poder desactivar esta parte del cerebro que se pone en guardia frente a la diferencia.
No siempre ha sido así, en las culturas donde la comunicación oral y las instituciones de grado 0 y 1 eran las dominantes, el aspecto, al ser parte integrante de la comunicación oral, era entendido como parte intergral de la persona y por lo tanto un aspecto diferente era el reflejo de una persona diferente.
Cuando nuestros dos amigos primitivos se encuentran frente a frente en la pradera, si su apariencia es muy diferente, la aproximación será muy dificil, porque instintivamente verán al otro como un enemigo. Cuanto más parecida sea la apariencia externa, más sencilla será la aproximación, pero la apariencia externa en dos seres que no se conocen siempre tendrá unas diferencias, por lo tanto, la manera más inmediata de sobreponerse a esas diferencias y que estas no sean vistas como un pelígro, es transmitirle al otro la suficiente informacion acerca de quien y como se es.
Ahora bien, cuando nuestra duda es saber si el otro nos está viendo como su desayuno o como su amigo, es aconsejable no permanecer mucho tiempo en este estado dubitativo y tampoco podemos decirle al otro que se esté quieto e inmovil durante un par de horas, mientras valoramos que significa ese peinado, o porque lleva esas pieles o, si el cuchillo lo utiliza únicamente para cazar ciervos o si los humanos también formamos parte de su dieta. En estas situaciones necesitamos respuestas rápidas y no necesariamente racionales así que delegamos la reapuesta en la mente empático-emocional la cual, sin tener unas razones muy claras, decidirá si salimos corriendo o saludamos amablemente asumiendo que sus diferencias no son peligrosas y que tienen una justificación.
La genética
Cuando las diferencias no son de aspecto sino que son genéticas, entonces culturalmente tenemos que ir un paso más allá, pues frente a nosotros ya no tenemos a alguien que es igual, pero que por una razón desconocida se ha vestido, peinado o maquillado de una manera diferente. Ahora es toda la persona la que es diferente y por lo tanto, de nada sirve el buscar razones a su aspecto diferente; simplemente es diferenteii. Ejercer un control sobre el instinto de peligro se hace más difícil y en muchos casos se renuncia a este control y la reacción es la típica de un pre-juicio.
Desconfiamos y dudamos más, porque no acabamos de percibir completamente la razón de esa duda. No queremos actuar como si nos moviesen actitudes racistas, pero tampoco estamos comodos. En muchos casos, dejamos que el pre-juicio dispare una reacción instintiva, que luego intentamos justificar. Es decir, volvemos a retroceder y cedemos el control de la reacción a la amigdalaiii. Por suerte, la educación nos puede ayuda a construir una manera de pensar que nos permita ser conscientes de estos pre-juicios y descartar así las reacciones instintivas que la diferencia genética produce en nosotros.
Pero cuando las diferencias se producen en un nivel más profundo; en la personalidad, la desconfianza es más indefinida y por lo tanto más difícil de gestionar, porque no podemos ponerle barreras racionales a lo que no sabemos racionalizar, de hecho no sabemos ni que es lo que hemos de volver a analizar o sobre que tenemos que protegernos.
Somos humanos
Todos, en mayor o menor medida, tenemos problemas para expresar como somos y lo que sentimos. Todos nos equivocamos. Todos tenemos un cierto grado de orgullo, envidia, reacciones imprevistas, pasiones, sueños. A todos a veces nos cuesta encontrar las palabras para decir las cosas. Todos somos imperfectos y cometemos errores. Y justamente esperamos que las otras personas tengan los mismos problemas, que sean imperfectos y que cometan errores.
Si la persona que tenemos delante siempre da la respuesta perfecta, o es capaz de encontrar siempre la palabra precisa para decir lo que siente, o no tiene ni rastro de los pecados de orgullo, envidia o pasiones irracionales, o es capaz de recordarlo todo y detectar todas las inflexiones de nuestra voz y nuestro cuerpo; frente a esta ‘persona’ se disparan todos nuestros pre-juicios. Cuando nos encontramos alguien así, lo observamos con mucha suspicacia porque dudamos de su humanidad. Simplemente la perfección, no es una cualidad humana.
Dos personas hablando, comunicándose de una manera un poco caótica, cometiendo errores, repitiendo cosas y olvidando lo que acaban de oír, moviéndose y gesticulando, sonrojándose y atascándose, con dificultades para expresar sensaciones y emociones, y con dudas y tanteos para detectar si el otro quiere decir lo que acaba de decir, es como los humanos nos comunicamos. Somos imperfectos, erróneos, caóticos.
Si encontramos a alguien perfecto, es posible que contra toda lógica, le tiremos unas piedras para eliminarlo y si esto no funciona, lo adoremos como si fuese un Dios. Pero raramente lo consideraremos un ser humano; lo veremos demasiado diferente a nosotros.
En la comunicación necesitamos del conocimiento empático porque el caos y los errores que cometemos impiden un único análisis lógico racional de la comunicación.
En resumen, la sobredosis de información que nos transmite la comunicación y el caos y el error en el que se produce la transmisión nos ayudan a identificar al interlocutor como a otro ser humano con su propia personalidad y por lo tanto, a pesar de las diferencias, un igual a nosotros y este termino ‘igual’ no es una racionalización sino una percepción; un sentimiento.
Quiéreme
Si bien nuestros cerebros están programados para desconfiar del diferente, lo contrario también se aplica. Cuanto más conocemos a la otra persona, más entendemos sus razones y motivos, y más conscientemente sabemos que margen y que tipo de confianza podemos darle. Cuando apreciamos y confiamos en el otro, es cuando nuestro cerebro levanta sus barreras y deja paso a las conductas altruistas que son la base de cualquier relación en sociedad. Esto no significa que compartamos sus ideas o que nos enamoremos del otro, lo único que queremos decir es que conocer a alguien permite el desarrollo de conductas altruistas porque sabes como y cuando puedes confiar en él y como y cuando no puedes confiar en él.
Todos los padres encuentran a sus bebes preciosos y encantadores porque, además del componente biológico, cuando son muy pequeños y su espectro de reacciones y conocimientos es limitado, es fácil conocer perfectamente que es lo que tu propio hijo hará o el porque ha reaccionado de una u otra manera. Nuestro hijo es precioso porque es único y porque nosotros somos capaces de ver en el esta particularidad, que de hecho comparte con todos los otros niños y que, aunque nosotros no lo vemos en los otros niños, si que somos conscientes de que sus propios padres si que lo ven. Conocer en profundidad al otro es el primer paso para respetar al otro por su particularidad. Ser consciente de su particularidad, te hace consciente también de sus necesidades y carencias, así como de la forma en que puedes ayudar y de la parte de belleza que hay en él.
El reconocimiento del otro y las conductas altruistas son la base de cualquier relación social. Dos personas podrán convivir juntas si son capaces de comunicarse, reconocerse y actuar altruísticamente de una manera recíproca.
Nuestros dos homo sapiens sapiens podrán poner las primeras bases de un grupo, si son capaces de comunicarse utilizando unos símbolos con significados parecidos, que les permitan construir y compartir una realidad en la que puedan adquirir unos conocimientos respectivos, que les den suficiente confianza el uno en el otro, para empezar a adoptar conductas altruistas.
Cuando esto ocurre se empieza a formar un grupo. La base de la sociedad.
Invirtiendo la dirección de lo comentado, podemos afirmar también que el éxito en un grupo o sociedad requiere que los miembros que lo componen sean capaces de comunicarse, se reconozcan mútuamente como personas y puedan adoptar conductas altruistas.
Grupos Humanos
Hemos dado una vuelta un poco larga para llegar al punto de partida desde el que nacen las Instituciones, El Grupo. Pero era fundamental comprender la importancia que estos tres conceptos (comunicación, reconocimiento, altruismo), tienen en cualquier grupo, para poder a partir de aqui, ir viendo todo lo que hemos conseguido gracias a las Instituciones y todo lo que hemos ido perdiendo al utilitzarlas.
Teniendo esto in mente, podemos empezar a entender porque ahora nuestra sociedad, como un gran grupo que es, no funciona y la gente siente que vive en una sociedad deshumanizada.
Para que los humanos conservemos los atributos que nos hacen personas dentro de un grupo tenemos que:
– Poder Comunicarnos entre nosotros. Pero en nuestra sociedad hemos perdido esta capacidad. La comunicación para informarnos y conocer la hemos delegado en las opiniones de los medios de comunicación y además hemos eliminado los espacios de socialización local. Como voy a sentirme bien en un grupo, si ni tan siquiera se quienes son mis vecinos, ni se de sus problemas, defectos, necesidades o virtudes. Esgrimimos con contundencia la actitud de que no nos importan los problemas de los otros, porque ya tenemos nuestros propios problemas, pero haciendo esto negamos también la posiblidad de conocer sus virtudes. Si no conocemos al otro, desconocemos el valor de su palabra y si no sabemos el valor de la palabra y no tenemos confianza en el vecino, cualquier comunicación se producirá bajo el signo de la sospecha, pautada por contratos y con el teléfono del abogado muy cerca. Conocer a tus vecinos, no implica ser amigo de tus vecinos, significa actuar con conocimiento de tus vecinos y respetarlos. Negamos la Empatía y el ser tratados como Personas, porque tememos que nos utilizarán o abusarán de nosotros.
– Poder Reconocer a los demas como personas. Pero en nuestra sociedad encerramos a las personas en su privacidad. Tenemos tanto miedo al daño que puedan hacernos que no permitimos que casi nadie se adentre en nuestra personalidad. Nos encerramos y por deferencia, no indagamos en la vida de los otros. Vivimos por lo tanto rodeados de extraños desconocidos que lo único que hacen es que nuestro cerebro vea a todo el mundo como un peligro. Dejamos por lo tanto la gestión de las personas a las instituciones, las cuales no saben tratar a cada persona proporcionalmente a sus necesidades, sino como un número más en sus cuentas o informes. Al no reconocer al otro, lo deshumanizamos y evitamos que pueda ser tratado en proporción a todas sus particularidades.
– Poder Actuar altruísticamente. Pero en nuestra sociedad al hecho de actuar altruisticamente casi lo hemo catalogado como ‘ser tonto‘ y si alguien actua altruisticamente, y no parece tonto,levantará sospechas acerca de sus verdaderas intenciones. Nadie actua altruísticamente sin una razón y si alguien quiere actuar altruisticamente, lo que tiene que hacer es ‘institucionalizarse’ y apuntarse a cualquier ONG, dar dinero al gobierno para fundaciones o ingresar en una orden religiosa. La acción individual puesto que en nuestra sociedad no hay comunicación ni reconocimiento del otro se plantéa como un imposible. Si alguien viene a ayudarte sin que lo conozcas y sin que lo pidas, todos pensaremos que viene a robarnos, que quiere algo de nosotros o que es de una secta o religión. Actualmente somos una sociedad en la que su nucleo, el altruismo, también ha sido institucionalizado y ya no se puede actuar.
En la sociedad que vivimos no se cumplen por lo tanto, ninguno de los tres requisitos básicos para que la convivencia en grupo funcione. La sociedad ha dejado de ser nuestra creación, para convertirse en algo que nos atemoriza, escalviza y sobretodo deshumaniza.
Ahora que ya tenemos detallada la situación original pre-institucional primitiva, y la situación institucionalizada de hoy en día, podemos empezar a ver cómo y por qué fuimos introduciendo las instituciones que nos han llevado a la situación actual.
Proto-Instituciones; Grado 0
Recordemos lo anteriormente dicho. Una persona, a través de sus sentidos, tiene una visión e idea del mundo que le rodea. Es un mundo que en cierta manera siempre puede ponderar, medir y analizar, es decir, que están sometido a unos límites de espacio y tiempo, y del cual su cuerpo forma parte. Simplificando podríamos llamarlo el ‘mundo natural’.
Pero esta misma persona también es consciente de que, metafóricamente hablando, por su cabeza pasan cosas, ideas y pensamientos que no se ven reflejados en ese ‘mundo natural’. Su mente es parte del ‘mundo natural’, porque es donde el mundo exterior toma forma y representación, pero no todo lo que pasa por su mente se ve reflejado en ese mundo.
Cuando el Ser Humano pasa a ser Persona es cuando se da cuenta de que en su mente es posible sentir otras formas de apariencia que no puede captar con sus sentidos (es decir, no están físicamente en el mundo natural) y que escapan a las nociones de espacio y tiempo, pero que, maravillosamente, pueden compartir con otras personas y puede afectarle en su ‘mundo natural’.
El ser humano descubre que pueden existir otros órdenes de apariencia más allá de su ‘mundo natural’, limitado física y temporalmente, y que gracias a los relatos puede compartir estas experiencias con otra persona. Lo que antes eran experiencias subjetivas, interiores a la mente de un ser humano y sin correlación con ‘el mundo natural’ al compartirlas con otro ser humano pasan a ser parte del ‘mundo natural‘ no porque se materialicen en nada, sino porque tienen efecto sobre las otras personas. Limitan y vinculan como cualquier otro elemento del ‘mundo natural‘ sin tener presencia física en ese mundo. Estos relatos que vinculan y condicionan la vida de dos personas, simplemente porque se conocen y tienen una representación del mundo interior compartido, son el modelo más sencillo de Institución y por eso la titulamos Institución de grado cero.
Una Institución de grado 0 es aquella que sólo condiciona la relación entre dos personas, no está formalizada ni necesita ser verbalizada y su existencia depende únicamente de la voluntad de mantenerla de las dos personas. Es prácticamente una Institución virtual porque no existe más allá de la mente de esas dos personas, ni esas dos personas tienen la necesidad de concretarla en nada. Su existencia depende meramente del relato que esas dos personas mantienen para actualizar en el otro, el conocimiento de lo que se es o siente en ese momento. Sus vínculos y limitaciones son también únicamente fruto del conocimiento que del otro se obtiene. Por lo tanto, la actualización, cumplimiento y mantenimiento de las Instituciones de grado 0 depende solo del conocimiento mutuo de las dos personas. La institución no puede evolucionar sin la participación y consentimiento de los dos.
En vez de dos, pon tres
Pero, ¿qué ocurre cuando nos juntamos más de dos personas?, por ejemplo tres personas.
Como dice muy acertadamente el refrán: “dos son compañía, tres son multitud”. De hecho, para nuestras capacidades biológicas, esta es la gran diferencia: pasar de dos, a más de dos. Cuando somos más de dos se produce un cambio básico en nuestra manera de entender la comunicación, pues debido a nuestra configuración biológica, solo podemos comunicarnos con una persona a la vez. No podemos hablar con dos personas al mismo tiempo, ni escucharlas al mismo tiempo.
Podemos pasar muy rápido de una a otra, pero nunca podemos comunicarnos y procesar la información de varias personas al mismo tiempo. Por lo tanto, la relación que establecen dos personas, es por su propia naturaleza diferente de la que se establece cuando existen más de dos personas. Peor aun, cuando se juntan tres personas, no solo tenemos que repartir nuestra atención en fracciones de tiempo, además puede darse el caso de que dos de ellos se comuniquen, sin que el tercero esté presente.
La importancia de este hecho tan banal, – que en un grupo de tres, dos personas hablen cuando el tercero no está presente – tiene importantes consecuencias para la salud del grupo, pues la integridad y coherencia del grupo viene definida por lo que hemos llamado Instituciones de grado 0, las cuales requieren la presencia de todas las personas, a la hora de actualizar los relatos que las crean, pues son unas instituciones que solo existen en la mente de sus creadores y no tienen ninguna formalización explícita. La institucion nos limita sólo porque el conocimiento del otro nos limita.
Cuando dos personas se hablan, si la tercera persona no está presente, obviamente el relato de lo que se hablan, no le llega, y esto produce un desfase entre la nueva personalidad del grupo que los dos integrantes están construyendo y la antigua personalidad del grupo, que tiene asumida el tercero ausente. Además, se obliga a la tercera persona, a adentrarse todavía más en esa dimensión no física de las relaciones, pues no solo tiene que aprender a conocer la personalidad del otro, comparándola con su propia auto-imagen y a partir de esta imagen, ver las diferencias, establecer los límites y conocer como estos van siendo alterados; ahora ha de empezar a suponer como han interactuado dos personalidades que no son la suya y como ha variado su marco general de previsiones de futuro, en función de algo, de lo que no ha sido partícipe.El tercero se encuentra que algo le limita, pero no es fruto del conocimiento que tiene de los otros dos.
Para solventar esta problemática, lo que se acostumbra a hacer es que uno de los dos repita el relato que las otras dos personas se han intercambiado al tercero que no estaba presente. Se produce el típico diálogo que actualizado suena así:
– “Oye tu, que antes hemos comentado nosotros que…”
Y también puede producirse la también típica reacción de que el llamado ‘tu‘, empiece a sentir que hay un ‘nosotros‘ al que quizás ya no pertenece, pues hay algo en el acuerdo que regia el grupo que ha sido alterado y el todavía no sabe que es.
No olvidemos que las Instituciones de 0º son unas creaciones mentales de cada sujeto sin expresión formal exterior, por lo tanto, hasta que no son comunicadas a una persona, esta no tiene manera de saber que han sido modificadas. Es decir, hasta que no se han igualado los relatos otra vez, no se vuelve a hacer común la Institución y se solventa la escisión en el grupo.
Pero puesto que la comunicación oral está llena de matices y muy condicionada por la información que los otros canales transmiten, es prácticamente imposible que la recepción del relato sea idéntica.
Muy esquematizado el proceso seria:
La personas A y la B -mientras C está ausente-, crean un nuevo relato que modifica la Institución de 0º.
La persona A cruza el mismo relato con C para transmitirle la modificación en la Institución de 0º acordada con B.
Cuando B y C se encuentran puede ocurrir que los dos hayan entendido de diferente forma el relato que se han cruzado con A y por lo tanto la Institución de 0º que B tiene in mente, es diferente de la que C tiene in mente.
En general esto, ayer y hoy, se ha solventado con los confundidos B y C, dirigiéndose a la persona A, para pedirle explicaciones y para que aclare quien tiene razón.
El dialogo ahora es del tipo:
– “Oye. Que lo que tu me has dicho que no te encontrabas bien, no es lo que él me ha dicho que tu has dicho y claro, ahora ya no se si yo lo he entendido mal, o es él quien lo ha entendido mal. ¿Es decir, si tu estás constipado el mamut lo caza él o yo?”.
Un grupo que funciona con Instituciones de 0º requiere casi siempre que en cada decisión estén todos los miembros del grupo presentes y comporta adoptar un tipo de vida muy comunitario y cercano para evitar confusiones. En este tipo de grupos se intenta evitar el tener que tomar decisiones sin la presencia de algún miembro, para que ese miembro del grupo no se ofenda o no se sienta representado y abandone el grupo. La privacidad es prácticamente nula, pues todo el mundo ha de conocer perfectamente a todo el mundo.
Los grupos han de tener pocos miembros, pues es muy difícil de gestionar un grupo numeroso con este tipo de instituciones e incluso, muchas veces, para mantener el grupo manejable, se establece una categoría inferior a la de ‘persona’ para una serie de miembros del grupo, que en general tendrán que superar un ritual de paso, para poder ser considerados personas de verdad, o lo que es lo mismo, parte activa y presente en todas las decisiónes que se adopten en el grupo. Mientras tanto, puesto que no son todavía Personas, no son miembros del grupo y tienen que someterse a las decisiones de las ‘Personas de Verdad’ que conforman el grupo..
Podemos ver este tipo de instituciones en su forma más primitiva en la configuración social de algunas tribus de cazadores y es el tipo predominante en las familias.
Esto no significa que este tipo de instituciones ya no funcionen, o sean fósiles de los hombres del paleolítico o restos de tribus muy primitivas y perdidas. Estas Instituciones es difícil que lleguen a ser las creadoras de una sociedad en nuestro mundo actual, pero no son fósiles o instituciones demasiado primitivas. Las Instituciones de 0º, son las Instituciones virtuales y temporales que se crean en familia, cuando un grupo de gente se encuentra ocasionalmente, por ejemplo, entre amigos, o en unas vacaciones, o en un crucero, o con un grupo de compañeros de trabajo, o incluso durante una simple cena familiar, y funcionan bastante bien, hasta que empiezan a producirse confusiones, subgrupos, malentendidos, etc.
Todos sabemos como se generan los problemas entre grupos de amigos o conocidos y los problemas que hay para que nadie se sienta ofendido o marginado y todo el mundo entienda lo mismo. Las Instituciones de 0º son fáciles de crear, son de gran ayuda para organizar grupos muy pequeños o durante poco tiempo y, prácticamente no requieren de recursos extras para su creación y gestión. Pero tienen muchos problemas porque no se han protocolarizado ni exteriorizado y dependen demasiado de un completo conocimiento del otro.
Instituciones
Cuando el mero conocimiento de los otros no es suficiente para “ya saber que se tiene o se puede hacer”, empiezan los problemas y es mejor empezar a tomar medidas para dejar las cosas claras, creando unas normas o reglas comunes y explicitas. Es decir, para evitar los problemas de las proto-Instituciones de 0º, los seres humanos hemos tenido que mejorar la idea y crear unas Instituciones de verdad, sacándolas de nuestras cabezas y formalizándolas.
Estas normas o reglas formales y públicas, son las primeras herramientas reales que los humanos hemos creado para poder acumular información y gestionarla de una manera que sea accesible a todos los miembros de un grupo.
Aquí es donde reside gran parte de la diferencia básica entre los seres humanos y todos los otros seres vivos, en su capacidad para exteriorizar una creación mental, en un formato que permite compartirla y transmitirla a otros seres vivos, y que ayuda a acumular información y mejora la gestión de los grupos, es decir, que no es una simple respuesta conductual o un aviso.
Instituciones de 1º
A estas normas, usos, leyes o tradiciones públicos que los humanos hemos creado gracias a la capacidad de comunicación oral que tenemos, es a lo que llamamos Instituciones de 1º.
Con las Instituciones de 1º ya no es necesaria la presencia de todos los miembros del grupo cada vez que dos personas hablan. Hablando podemos acordar una serie de leyes, normas, tradiciones, usos, etc que facilitan el entendimiento y que son públicos y accesibles a todos los miembros del grupo, pues todos los miembros del grupo pueden aprenderlas y son fácilmente transmisibles a cualquier nuevo miembro. Por ejemplo, la tradición, “las necesidades se hacen fuera del recinto del poblado y quien no lo cumpla, limpiara el poblado durante una semana”, puede transmitirse a cualquier persona, y si alguien la infringe, las otras personas saben que hacer. No es necesario esperar que esté todo el poblado presente para decidir que se tiene que hacer.
Las instituciones de 1º rompen los limites que las Instituciones de 0º tenían y permiten que los grupos crezcan e incorporen a otras personas con mucha más facilidad. Además, dan mucho más margen a la autonomía de cada individuo y a su privacidad. Ahora ya no es necesario que todo el mundo esté siempre presente para actuar o decidir algo, pues hay unas normas o leyes que rigen el grupo, independientemente de si hay una personas o hay un millar de personas en el momento que se tenga que actuar.
Un grupo dominado por Instituciones de 1º, por tamaño y flexibilidad, puede empezar a ser considerado una sociedad. Establecer normas es establecer instituciones y crear instituciones es sentar las bases de una sociedad aunque sean sólo Instituciones de 1º y puesto que estas primeras normas las hemos creado para asegurarnos que estamos de acuerdo en el relato básico y común de como queremos funcionar, sin tener que ir reuniéndonos todo el rato para mantener la cohesión y la coherencia, lo que hemos producido es una primera cultura. Es decir, una determinada manera de vivir la relación entre el Acuerdo Canónico, que compartimos todos en un grupo, y las normas adoptadas que pautan y determinan el comportamiento y posibilidades de nuestra sociedad.
No todo es bonito y prometedor. Con las Instituciones de 1º también emerge el poder de la palabra, el misticismo, la deshumanización y la soledad.
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